La ansiedad por comer de manera constante, los atracones y el seguir dietas extremas que ponen en riesgo, son tan solo algunos de los tópicos que abarca la psiconutrición, una vertiente de la psicología que viene dando mucho de que hablar, pues básicamente se concentra en el objetivo de guiar, para que las personas aprendan a comer acudiendo a la cabeza y no a las emociones.
Contrario a lo que se supone, reconocer la sensación de hambre es algo complejo, pues no siempre, este llamado responde a una necesidad física sino más bien, a una de tipo emocional, lo que conduce casi siempre, hacia ese indeseable sobrepeso que a veces se acompaña de culpa y de una baja en la autoestima.
Así las cosas, la acogida de la psiconutrición en el mundo de hoy, tiene que ver con su máximo principio, el cual no es otro, que ayudar a las personas a relacionarse más positivamente con la alimentación.
¿Qué es la psiconutrición?
Al ser una disciplina que se nutre de los campos anteriormente mencionados, se crea un llamativo recurso, que, sin duda, puede marcar la diferencia al momento de considerar la modificación de la conducta en pro de aprovechar la comida realmente, pues en ciertos casos se vuelve preciso dejar de verla como un medio para sentirse mejor anímicamente.
La sana relación con la comida
Por otro lado, está el modelo de comportamiento que se observa en las películas, donde la protagonista deprimida por la ausencia de su amante, se sienta frente a la tele, mientras se come un pote de helado de chocolate, lo que se traduce en asignarle a los alimentos, el poder de mitigar la tristeza y muchas otras emociones.
Principales beneficios de la psiconutrición
Trabajar la fuerza de voluntad:
Manejo de trastornos alimentarios
Controlar el impulso de comer
Superar conflictos sobre la imagen personal
Hora de controlar el hambre emocional
Dentro de la psicología, se le reconoce como una conducta desadaptativa, ya que impide que se consoliden estrategias adecuadas para lograr que dichas emociones sean enfrentadas de maneras sanas, dejando como consecuencia su repetición constante.
Diferenciar entre el hambre emocional y el hambre real, se convierte, por lo tanto, en un punto clave de la psiconutrición, pues el error de considerar la comida como el sustituto de algo que falta, es lo que pone en riesgo el organismo.
Hambre real o biológica
Hambre emocional
Al terminar, suele estar rodeada de sentimientos de frustración y tristeza, ya que el individuo experimenta una culpa repentina por hacer lo que le causa daño.
Poner freno al impulso de comer todo el tiempo
Lo anterior puede manejarse, desde lo que dentro de la psiconutrición se denomina, alimentación consciente, y que, como primera tarea, hace el llamado a reconocer cuál es exactamente la emoción que está creando la necesidad de ingerir alimentos.
En este orden de ideas, no se busca en ningún momento que la persona se reprima o niegue lo que siente, es más bien que encuentre otros medios de satisfacción distintos a los que le representa la comida, tal y como practicar un hobby, hacer yoga o salir a pasear la mascota mientras consigue relajarse.
La comida no debe ser la principal fuente de gratificación
Organizar un plan de alimentación en el que se incluyan todos los tipos de alimentos y en las funciones adecuadas, es algo que implica de responsabilidad hacia sí mismo, además de entender que la comida no es un tranquilizante ni mucho menos, la solución para los momentos de estrés.
Si bien no está mal satisfacer antojos ocasionalmente, lo que, si resulta desfavorable, es disfrazar las necesidades emocionales con este tipo de actuar y esto lo tienen completamente claro la psiconutrición, lo que reafirma el hecho de que sea una ayuda para diferenciar entre el hambre y las ansias de comer, siendo esta última, la promotora de los desequilibrios que más temprano que tarde, ponen en la cuerda floja, aquel ideal de sentirse bien tanto por fuera como por dentro.
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